Sádico necrofílico violó 99 cadáveres de mujeres

Un sádico necrofílico, violador y asesino de 67 fue juzgado en Reino Unido y mientras avanza su juicio, se conocen nuevos y tenebrosos detalles sobre sus crímenes, los cuales incluyen haber tenido sexo con 99 cadáveres de mujeres en la morgue y haber asesinado a por lo menos dos de ellas.

Durante el juicio, el “mounstruo”, David Fuller, admitió que asesinó a Wendt Knell y Caroline Pierce en sus apartamentos de Kent (Inglaterra) en 1987, y que tuvo relaciones sexuales casi un centenar de cadáveres en los depósitos de muertos de los hospitales.

Otra de sus presuntas víctimas fue Azra Kemal, quien tenía 24 años cuando cayó en las garras de este sádico asesino. Según relatos de la madre de la joven en la corte, Fuller no solo asesinó a la joven, sino que después de matarla violó su cuerpo.

Pero no solo una, sino tres veces, y según lo que se supo en el juicio, después del asesinato, investigó la muerte de la joven usando internet, y leyó tributos y mensajes de despedida de su familia y amigos.

Nevres contó que cuando se enteró de la muerte de su hija, pasó dos horas en la morgue, abrazando y durmiendo con ella a forma de despedida, algo que le hizo encontrar un poco de consuelo. Sin embargo, desconocida que apenas horas antes el cuerpo de Azra había sido profanado por su asesino.

“Entonces, mientras acariciaba el cabello de mi hija, dormía sobre su cabello, un hombre había gateado por toda su piel. Y ahí estoy yo besándola, abrazándola y diciendo mis últimas despedida”, relató.

ASESINATOS QUE CONFESÓ

Fuller se declaró culpable de la muerte de Wendy y Caroline, las cuales se conocen como los infames Bedsit Murders, uno de los casos de doble homicidio sin resolver más largos del Reino Unido. Ambas mujeres vivían solas en apartamentos de planta baja a menos de una milla de distancia en Tunbridge Wells y trabajaban en la ciudad, aunque no se conocían.

Wendy fue encontrada muerta en su cama manchada de sangre. Había signos de un traumatismo contundente en la cabeza y había sido estrangulada. Los detectives encontraron evidencia de un vil asalto sexual llevado a cabo después de su muerte.

Caroline, de 20 años, desapareció después de que un taxi la dejara frente a su casa el 24 de noviembre de ese año. Los vecinos supuestamente escucharon “gritos agudos de terror”. Su cuerpo desnudo fue descubierto más tarde en un dique lleno de agua en St Mary-in-the-Marsh.

De acuerdo con los que se supo en el tribunal, tanto en el caso de Wendy como en el de Caroline, hubo reportes de un “merodeador” que coincide con la descripción de Fuller a las afueras de las residencias de las jóvenes los días previos a sus asesinatos.

El acusado también admitió otros 51 delitos, incluidos 44 cargos relacionados con las violaciones a las víctimas muertas. Los cargos incluyen la penetración sexual de un cadáver, poseer una imagen pornográfica extrema que involucra interferencia sexual con un cadáver y tomar imágenes indecentes de niños. Un solo cargo se refiere a 25 mujeres fallecidas.

De acuerdo con las autoridades, cuando allanaron su vivienda encontraron cuatro discos duros repletos con millones de imágenes sexuales y videos de “depravación inimaginable” en donde se le veía teniendo sexo con cadáveres en las morgues de varios hospitales.

UN DEPRAVADO

Según la acusación en su contra, su víctima más joven tenía nueve años, mientras que la mayor tenía 100. Fuller tenía acceso a todas las áreas de varios hospitales.

Se cree que sus horrendos crímenes los cometió de manera recurrente desde 2008 hasta noviembre de 2020 cuando fue arrestado. Para entonces, aún trabajaba en los y tenía acceso a las morgues donde reposan los cadáveres.

También se supo que su obsesión era más enferma aún, pues no sólo violaba a sus víctimas muertas, sino que era aficionado a investigarlas en redes sociales, aprender sobre sus vidas privadas y rastrear a sus familias. Los fiscales dicen que el caso “no tiene precedentes en la historia legal” y es “una pesadilla”. Se cree que el acusado se encuentra actualmente recluido en la prisión de alta seguridad de Belmarsh en Londres. Agencias