En los mercados y barrios de nuestra ciudad, el aroma de las ollas vuelve a recordar tiempos pasados. La manteca, ese ingrediente que durante años fue reina en las cocinas bolivianas y luego desplazada por el aceite vegetal, está teniendo un inesperado regreso.
Y no es por nostalgia, sino por necesidad. Con el precio del aceite rondando los 95 bolivianos por 5 litros, muchas amas de casa y vendedoras de comida han tenido que buscar alternativas más accesibles. Y la manteca, esa blanca y sólida aliada de antaño, ha vuelto a brillar.
En varios puestos, la manteca a granel vuelve a ganar espacio. Se vende en pequeños moldes o directamente en bolsas, y su precio sigue siendo amable con los bolsillos populares. Algunas comerciantes aseguran que incluso hay clientes jóvenes que preguntan cómo usarla, pues nunca la habían cocinado antes.
Este fenómeno no solo es una muestra de adaptación económica, sino también un retorno a tradiciones culinarias que parecían olvidadas. La manteca no solo fríe, también une generaciones. Y aunque los nutricionistas podrían tener sus reparos, en estas cocinas donde el ingenio vence al precio, la manteca es más que grasa, es memoria, sabor… y resistencia.
En los centros de abasto, la escasez de aceite comestible envasado ha generado un incremento en el precio del aceite a granel, que pasó de Bs 11 a Bs 18 por litro. Ante esta situación, muchas personas han optado por utilizar manteca de cerdo, un producto tradicional de la cocina boliviana que, según investigaciones recientes, es más digerible para el organismo humano. Aunque su consumo debe ser moderado, puede formar parte de una dieta saludable dentro de un estilo de vida equilibrado.
Por su parte, las comerciantes señalaron que el suministro de aceite ha disminuido drásticamente en las últimas semanas, recibiendo apenas dos cajas de seis unidades cada una en cada entrega. Frente a esta situación, la decisión recae en el consumidor: ¿optar por aceite, cuyo precio sigue al alza, o volver a la tradicional manteca de cerdo?
