La búsqueda casa por casa de cadáveres en el kibutz de Kfar Aza, en la frontera con Gaza, destapó el horror y la crudeza de los ataques perpetrados el pasado sábado por la milicia palestina Hamás. El ejército israelí encontró a 40 bebés asesinados, algunos incluso decapitados en sus cunas. Junto a sus cuerpos también yacían inertes los de sus padres, entre viviendas quemadas, muebles destrozados y coches carbonizados. Fuentes oficiales han precisado asimismo que otros 15 menores han desaparecido y se teme que hayan corrido la misma suerte.
«Ves a los bebés -muchos decapitados-, a las madres, a los padres, en sus dormitorios, en salas donde trataron de ponerse a resguardo y cómo los terroristas los mataron. No es una guerra, no es un campo de batalla. Es una masacre», aseguró el general israelí Itai Veruv a periodistas presentes en el lugar, ubicado a solo cinco kilómetros de la valla de seguridad que separaba a Israel de la Franja de Gaza. «Es algo que nunca vi en mi vida, que solíamos imaginar de nuestros abuelos y abuelas en el pogromo en Europa y otros lugares. No es algo que suceda en la nueva historia», aseguró, aún en estado de ‘shock’.
Las Fuerzas de Defensa de Israel decidieron llevar a la prensa extranjera a través del kibutz, una de las zonas más afectadas por los ataques y en la que vivían unas 800 personas, para dar muestras al mundo de las espeluznantes escenas que han descubierto los militares entre el hedor y la devastación. En otros lugares de Kfar Aza, podían verse los cuerpos de militantes palestinos tirados boca abajo en el suelo mientras que una puerta destruida en el perímetro del enclave mostraba por dónde habían accedido los asaltantes para desatar el infierno hacia las seis y media de la mañana del pasado sábado. Cuando casi todos dormían, ajenos a la terrible tragedia que les aguardaba.
«Los bárbaros de Hamás masacraron a 40 bebés durante los ataques del 7 de octubre. Israel honrará a cada una de las víctimas de estos atroces ataques terroristas islamistas. No nos detendremos ante nada para hacer que estos terroristas paguen un alto precio», tuiteó la Embajada de Israel en la red social X, antes conocida por Twitter.
Los milicianos de Hamás arrasaron Kfar Aza en su camino hacia la localidad de Sderot, en la que se parapetaron hasta que el lunes fueron derrotados por el ejército israelí. Estos combates impidieron que los soldados pudieran recuperar hasta ahora los cadáveres de las víctimas asesinadas en el kibutz, cuyos cuerpos eran ayer introducidos en bolsas para cadáveres en medio del estupor.
Donde antes familias enteras se sentían a salvo en casas de una sola planta con terrazas entre palmeras y plátanos, ahora solo queda muerte y desolación. Ni siquiera se sabe con exactitud el número exacto de víctimas porque los soldados todavía no han podido peinar por completo el lugar en el que sus residentes fueron presas de una crueldad sin límite. Así lo revelan los signos de violencia de los cuerpos, algunos de ellos mutilados. Unos sin brazos, otros sin cabeza.
«¡Cuéntale al mundo lo que viste aquí!», espetó un militar israelí a un periodista en Kfar Aza, en declaraciones recogidas por Reuters. Mientras, de fondo, se escuchaba el paso de aviones, ráfagas de disparos y explosiones. También se podía ver humo elevándose desde la vecina Gaza, donde al menos 770 habitantes han muerto en los bombardeos de respuesta del Estado judío, según han confirmado funcionarios de la Franja.
En el lado israelí, los últimos hallazgos han elevado a 900 las víctimas, en su mayoría civiles tiroteados a sangre fría en sus hogares, en las calles o en una fiesta de baile, tal y como indicó un portavoz militar. Pero el balance sigue siendo provisional y se espera que siga en aumento conforme las autoridades de Tel Aviv cuantifican los daños, humanos y materiales, del más grave ataque perpetrado por islamistas desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 e Estados Unidos. Agencias