Un exuniformado lidera red de contrabando en frontera

Tiene el alias de “Kevin”. Es un expolicía de apellido Romero que se asentó en la ciudad de Oruro y desde ahí domina parte del negocio del contrabando que llega desde Chile. Lo mismo hace “Susana”, otra expolicía de apellido Padilla que lidera otra banda que introduce mercadería ilegal a Bolivia. Ambos tienen estrecha coordinación con actuales uniformados policiales y militares y se enfrentan porque intentan captar con sobornos a más efectivos que permitan fácilmente el ingreso de sus cargamentos al país.

“El transporte de la mercadería de contrabando en Oruro, se encuentra bajo absoluto control de Romero, quien se encarga de contactar a los transportistas ilegales, exigirles sumas importantes de dinero, y posteriormente, corromper autoridades policiales y militares para que faciliten el tránsito de camiones cargados con mercadería de contrabando”, dice un informe militar.

El documento, al que tuvo acceso EL DEBER, detalla que “Romero”, alias Kevin, tiene “tres contactos” en filas policiales. Uno tiene el apodo de “Chichi”, a otro le dicen “Chelo” y al tercero lo llaman “Durazno”. “Estos sujetos se dedican a tomar contacto con funcionarios militares y policiales clave, con la finalidad de corromperlos mediante el ofrecimiento de fuertes sumas de dinero a cambio de permitir el paso de los camiones con mercadería de contrabando”, establece el informe.

Además, el documento añade que Romero trabaja con su hermano en los negocios de contrabando. Ambos operan con una empresa de transporte pesado en Oruro y en los camiones de esta compañía introducen la mercadería ilegal desde la frontera con Chile. Por lo general, introducen electrodomésticos, línea blanca, teléfonos celulares, ropa nueva y perfumes de lujo.

Este informe también detalla que el contrabandista fue oficial de policía hasta marzo de 2018 y que en su carrera policial tuvo dos demandas en su contra: una por conducir en estado de ebriedad y ocasiones lesiones leves en un accidente y otra por violación y lesiones graves. El Deber