Miles de venezolanos atraviesan Latinoamérica de vuelta a su país. La emergencia sanitaria por el coronavirus los ha dejado sin techo ni trabajo y los ha volcado a un amargo retorno a una Venezuela, donde la crisis política y económica que provocó el mayor de los éxodos en el mundo hace más de un lustro, es aún más compleja.
Según la Agencia de Refugiados de las Naciones Unidas (Acnur), hasta principios de este año unos cinco millones de venezolanos se vieron forzados a salir de su país.
Pero desde que el COVID-19 llegó a Latinoamérica, decenas de familias venezolanas pernoctan a la intemperie frente a embajadas o consulados o improvisan campamentos en las fronteras a la espera de ayuda para regresar a su país.
Huyen ahora, de retorno a su país, de morir de hambre en la calle, tras quedarse sin trabajo y por ende sin dinero para pagarse una vivienda, pero también escapan de la discriminación y los ataques de los nacionales de los países donde se habían establecido que los ven como un factor de propagación del coronavirus.
Así es como muchos venezolanos ponen en riesgo sus vidas y cruzan la región por pasos ilegales para llegar a Colombia y de ahí a su país. Esta situación es aprovechada por “coyotes” (personas que transportan de forma ilegal a inmigrantes), que por 15 o 30 dólares los ayudan a pasar de un lado a otro bajo condiciones inhumanas, dado que las fronteras están cerradas por el coronavirus y el flujo del transporte está en mínimos. Agencias